“La gente evita el contacto visual en el metro de Nueva York. Nadie mira a nadie. Pero cuando se piensan que la otra persona no les ve, entonces sí miran.”
– Me envías este mensaje de la nada, sin premeditación. Sabes que no procede. Pero intuyes que, de alguna manera, encontraré una respuesta en acorde a esta aleatoriedad intempestiva de palabras.
Yo, tras diez ediciones nerviosas, decido responderte: Feliz navidad mi amor, siento ser tan infeliz.
Después me contestas que últimamente ves belleza en todas partes menos cuando te quemas la lengua con el té. Pero que aun así, estás muy contento porque tu descubrimiento de Matcha Green tea latte te vuelve loco y que cuando lo tomas, un aire te sabe mejor.
Yo te escribo desde un avión que empieza a moverse y te hablo de la intensidad de las personas. Y de alguna manera te estoy pidiendo que me recojas de ese lugar tan oscuro y que me abraces. O todavía mejor, que abraces mi aleatoriedad de palabras. Como las tuyas mi amor, ese diccionario que se crea como los días que se escurren entre nuestros dedos.
De repente estoy en África negra y te escribo dentro de una mosquitera. Te explico que me he puesto a llorar por sentir el polvo del Sahara mientras corría por el océano. Y es verdad, esto ha sucedido. Y tú, como siempre, me respondes, superando cualquier expectativa. Entonces te deseo, te pienso en todas partes, te imagino como puedes imaginarte y compongo frases para ti, para mí, para ese futuro que nada sabe.
“Caso omiso del ocaso” – frases como ésta compones tú, como el pan de cada día. Tú eres una mariposa que revolotea, que mira a todas las direcciones y que me mira de vez en cuando y me ama. Me ama como cuando éramos niños y estábamos en una isla con pasta de dientes. Sé que has entendido esto, mi amor, y con eso me basta.
No dejes de escribir Leti!
Me gustaMe gusta
❤ :))))
Me gustaMe gusta